Si hay un país que parece sacado de un cuento, ese es sin dudas Países Bajos. Calles prolijas, canales encantadores, casas de ladrillo que se inclinan con simpatía, y una cultura que gira en torno a la bici y a la naturaleza. Cuando tuve por primera vez la idea de venir a vivir a Europa no sabía qué país me iba a recibir y cuando me decidí finalmente por Países Bajos no tenía idea de lo profundamente que me iba a enamorar de este lugar, su cultura y su forma de vida, ni tampoco que aquí conocería a la persona con la que me casaría. En este artículo quiero contarte las cosas que me impactaron de Holanda, el país de las bicicletas y los tulipanes, al llegar por primera vez.

Por qué es el país de las bicicletas

Una de las primeras cosas que vas a notar al llegar es la cantidad de bicicletas. Hay más bicis que personas, y no es exageración. Todo está pensado para moverse pedaleando: hay ciclovías, estacionamientos especiales y hasta semáforos exclusivos para ciclistas. Una de las mejores formas de moverte y a la vez sentirte como un local, es alquilando una bicicleta.

Amsterdam es la puerta de entrada ideal. Más allá de ser la capital, es una ciudad que logra equilibrar el caos turístico con rincones de paz. Los canales, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, te envuelven en cada paso. Podés disfrutarlos paseando en bote o pedaleando junto a ellos y sobre sus puentes. No te podés perder el barrio de Jordaan, con sus callecitas tranquilas, cafeterías acogedoras y boutiques únicas. Y, si te gusta el arte, el Museumplein es una parada obligada: ahí están el Rijksmuseum (con obras de Rembrandt y Vermeer), el Museo Van Gogh y el moderno Moco, ideal si buscás algo más contemporáneo.

Muy cerca está el famoso Vondelpark, el pulmón verde de la ciudad, perfecto para descansar o hacer un picnic. Y, si tenés la suerte de estar en Amsterdam el 27 de abril, vas a vivir una experiencia única: el Día del Rey (Koningsdag). Es una de las fiestas nacionales más importantes y alegres del país. Toda la ciudad (y el país entero) se viste de naranja, la gente sale a las calles, hay mercados callejeros, música en vivo, fiestas en barcos por los canales, y un ambiente de pura celebración. Es una muestra del espíritu alegre y comunitario neerlandés, y una excelente oportunidad para compartir con locales y vivir el país desde adentro.

Y si querés conocer un lado más profundo de la historia del país, la Casa de Ana Frank es una visita que conmueve. Conviene reservar con anticipación porque la demanda es alta, pero vale absolutamente la pena.

Más allá de Amsterdam

Más allá de Amsterdam, hay ciudades que te van a sorprender. Utrecht, por ejemplo, es como una hermana menor: menos caótica, con canales más bajos y terrazas a nivel del agua. Tiene una movida universitaria que la hace vibrante y juvenil. Podés subir a la torre Dom, la más alta del país, para tener una vista panorámica espectacular.

Otra joyita es Haarlem, a solo 20 minutos en tren desde la capital. Es ideal para una escapada de día. Tiene una plaza central preciosa (Grote Markt), museos, arquitectura típica y un ambiente muy acogedor. Además, está muy cerca de la costa, así que podés combinarlo con una visita a las playas del Mar del Norte.

Y si lo tuyo son los paisajes de postal, no podés dejar de visitar Zaanse Schans, una aldea tradicional con molinos de viento funcionando, casas verdes de madera, fábricas de zuecos y queserías. Todo enmarcado en un entorno que parece detenido en el tiempo. Es un museo al aire libre, pero con vida real. Ideal para ir con cámara en mano.

Porqué es el país de los tulipanes

Si viajás entre mediados de marzo y mediados de mayo, vas a ser testigo de uno de los espectáculos naturales más impresionantes del mundo: los campos de tulipanes en flor. La zona de Lisse, al suroeste de Amsterdam, se tiñe de colores vibrantes. Ahí está Keukenhof, el parque floral más grande del planeta, con más de siete millones de flores. Sí, siete millones. Es un paseo que te llena de alegría.

Y no me quiero olvidar de lo más importante: la gente. Los neerlandeses son amables, abiertos y siempre dispuestos a ayudar. Hablan inglés casi todos, lo que facilita mucho el viaje. De hecho, Países Bajos tiene el mejor nivel de inglés en Europa, después del Reino Unido. Tienen un estilo de vida donde se valora el equilibrio: se trabaja, sí, pero también se disfruta. El día domingo se respeta mucho como día de descanso y de familia. La bici, el café al sol, los paseos, el contacto con la naturaleza… todo eso es parte de la vida diaria allá.

Viajar a Países Bajos, el país de las bicicletas y los tulipanes, es abrirse a una experiencia donde la belleza está en los detalles, en lo simple, en lo auténtico. Si te dieron ganas de recorrerlo, o de empezar a planear tu próxima aventura por Europa, escribime. Puedo ayudarte a armar el viaje ideal, con itinerarios pensados para vos, recomendaciones que no salen en las guías y tips que marcan la diferencia. Porque viajar no es solo moverse: es descubrir y conectar. Y si puedo acompañarte en ese camino, mucho mejor.

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